lunes, 29 de marzo de 2010

Mirada a Marte

Fue el punto de no retorno y no porque no pudiese o quisiese evitar lo que pasaría a continuación, sino porque su mano, a esa distancia no es más rápida que la bala saliendo del cañón. El dedo había ejercido la fuerza suficiente para que el martillo rompiera en un sonido seco, seco como un palazo pero unos tonos más agudos. El miedo acompañado de escalofríos que recorrieron todo su cuerpo desde la coronilla, ubicada precisamente ahí donde las coronas van, en la punta de la cabeza; hasta la de los pies. Tan sorprendente es el cuerpo que estos escalofríos sí recorrieron toda esa distancia en menos tiempo que el proyectil, incluso de ida y vuelta.

En fin, la bala salió, no recorrió mucha distancia antes de alcanzar su objetivo pero sí recorrió algún par de metros más antes de detenerse. En el camino se encontró con neuronas, ganglios, hemisferios, y una que otra vena y/o arteria. Rompiéndolos algunos de ellos, varios mejor dicho. Y esa era su intención, romper todas aquellas conexiones que existían entre ellos, aquellas conexiones que los hacían existir: los recuerdos, las sensaciones, las relaciones, las canciones, y todas las nociones que los hacían Ser. Ya no quería más Ser.

Al detenerse la bala hubo un silencio, no muy largo porque sobrevino un sonido más estruendoso, el de los vasos, platos, cucharas, plumas, encendedores, calculadoras, herramientas tipo tijeras, desarmadores, cuadernos, bocinas, cayéndose al piso. Su cabeza habría tirado la mesa debido al impulso obtenido por la bala. Estaba sentado de lado, es por eso que la silla también se movió y quedo mirando hacia la ventana abierta con la cadera levantada tan alto como la silla, los ojos tan abiertos como espantados, la boca tan abierta como sorprendida, tan inerte como perdida. Pero no, su mirada no estaba pérdida porque lo último que recordaría de ésta vida seria, o mejor dicho, lo último que se dijo fue:

“Mira! se ve Marte, es la màs roja de las estrellas”


No hay comentarios:

Publicar un comentario