lunes, 29 de marzo de 2010

Las pompis de Hidalgo


Que bonitas pompis, se dijo a sí mismo cuando levantó la mirada después de contar tres monedas, dos de 50ctvs y una de a peso, lo cual sumaba el exacto para su pasaje del transporte subterráneo de la ciudad. Esto fue al inicio de un pasillo largo donde podemos encontrar varios locales que venden pan, dulces, ropa, celulares, hasta podríamos decir que es una plaza comercial para los usuarios del metro, el metro Hidalgo.

Las vio sin querer, no era su intención pero pues lo que se ve no se juzga, se admira. Iban caminando en la misma dirección que él pero unos metros más adelante, justo a la altura del puesto de ropa donde se encontraban dos señores, los cuales se quedaron perplejos, o dicho en las palabras de la dueña de las pompis, pendejos. Acaso habrá sido por las miradas lascivas que sintió durante el pequeño lapso de tiempo que estuvo a su alcance.

Siguieron su dirección, ellas y Él, quien cuando pasó junto al puesto de ropa observó a los señores y a las pompis, a las pompis y a los señores, estuvo de acuerdo con ellos, estuvo de acuerdo con ellas, su cara no pudo mas que expresar una ligera sonrisa de esas que solo son de un lado. Siguió su camino, el de las pompis.

Hay un hecho característico de las mujeres: al sentirse observadas por un hombre, sin importar si son miradas lascivas o no, pondrán la mano en su cintura, en la parte de atrás, como si estuvieran sintiendo algo. Puede ser que quieran sentir el resorte de su ropa interior para ver si no está a la vista aquello que todos los hombres queremos quitarles alguna vez. No lo sabemos solo ellas con todos sus intrigados caminos lo sabrán, o quizás no, quizás es solo un movimiento inconciente, pero útil cuando el pantalón está muy bajo y la raya queda expuesta.

Después de hacer este determinado movimiento la chica vio su mano como buscando su reloj, los puestos ya habían quedado atrás pero el que venía atrás era Él, ya no la veía se dedicó a mirar a los hombres que se encontraba en el camino, iba viendo sus reacciones que por cierto ninguna fue tan lasciva como la de los sujetos del puesto de ropa, de vez en cuando la testosterona le ganaba y echaba una miradita a esas bonitas pompis.

A esta altura ya se podían observar los torniquetes, no así las pompis, todo por un efecto que hace la arquitectura del metro hidalgo con unas escaleras separadas por unas oficinas de la policía y una taquilla donde él compraría sus boletos no sin antes darse cuenta que delante de él estaba ella, la dueña de las pompis que tomó su boleto, viró a la derecha en media vuelta y se dirigió a los torniquetes. A él no le quedó de otra más que observar las pompis alejándose porque venia desde el lado izquierdo de la chica.

Uno; le dijo a la señorita taquillera que con un movimiento mágico tomó los dos pesos cuando la energía cinética (de movimiento) en ellos era cero y la convirtió en energía cinética para que el boleto llegase hasta los dedos de el comprador cuando esta volviera a ser cero, un claro ejemplo donde podemos apreciar al máximo la conservación de la energía (Et= E.cinética+ E.potencial).

Metió su boleto en el torniquete, levantó la mirada y las pompis ya no se observaban en el horizonte urbano donde encontramos una pizzería, una reveladora de rollos fotográficos, una tienda de discos y al final, como el sol al final del mar, el metro. El que va en dirección universidad y de vuelta a los indios verdes. Él iba hacia dirección Tasqueña, la cual está a la derecha entrando de los torniquetes, bajó las escaleras porque escucho que venía su metro, en esta ciudad y con las prisas no se le puede a uno ir el metro así que bajó corriendo las escaleras, alcanzó a ver que ninguno de los dos metros había llegado completamente pero ahí estaban se oían venir, se sentía el viento subir las escaleras.

Hay una teoría psicológica que dice que los hombres que prefieren las mujeres de senos grandes es por una necesidad materna, otra biológica que por subsistencia de la especie. Todos estos científicos también dan una explicación acerca de la relación cadera-“tupperware” del feto. Pero ninguna, ninguna teoría explica el porque del gusto por la admiración hacia las pompis porque así como las mujeres ponen su mano en la parte trasera de la cadera, los hombres ven las pompis de todas TODAS las mujeres que se encuentran a su paso, a veces son tantas que no da tiempo de admirar a toda la poseedora de las pompis y mucho menos de llegar a su rostro.

Porque ha de decirse que por más lascivas que sean las miradas, todo hombre siempre quiere conocer la cara que acompaña a unas pompis, no podríamos relacionarlo con el sexo, porque durante este, las pompis y la cara pocas veces juegan al mismo tiempo. Pero la mujer puede sentirse satisfecha si el hombre, por lascivo, no le dio tiempo de ver su cara, ya que quedará frustrado toda su vida, se quedará con las pompis sin rostro.

En eso iba pensando Él cuando brincó al último escalón que más bien es el piso y todo pasó en un instante, en ese mismo instante, cayó, levantó la mirada, su metro venía de lado izquierdo, el de lado contrario, el dirección de Cuatrocaminos también llegaba, este lo hacía de lado derecho. Y en el centro, del otro lado del andén, justo antes de cruzar la cabina de un vagón con la cabina del otro estaba él. El rostro de las pompis que le precedían unos metros más arriba.


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